Peonías: Leyenda y tradición

Existe una leyenda entre los habitantes que viven al pie del castillo: – Del corazón de las personas puras brotan peonías.

Esta leyenda se originó a las afueras de la ciudad. En pequeñas aldeas o asentamientos aislados, los muertos son enterrados es costumbre enterrar a los fallecidos a las afueras, en pequeños claros en bosques cercanos.

Se dice que, si eres de corazón puro, toda la vida has sido justo, honorable y sirviente al fallecer los dioses lloran encima de tu tumba, y de sus lágrimas florecen en primavera peonías rosas.

Es por eso por lo que con el paso de las generaciones esta leyenda se ha convertido en tradición.

En los días de entierro es tradición dejar estas flores en el lugar como símbolo de buena suerte.

Algunas casas de caballeros han incorporado este símbolo a su blasón, como señal de honor y dejando a entender que sus juramentos nunca serán quebrantados.

Los días de celebraciones, o durante los eventos importantes en la ciudad se decora con esta flor balcones y meses en el momento de las comidas.

Alrededor de la tradición ha nacido una economía propia, incluso los cultivos de la flor dan de comer a algunas familias de la ciudad.

Aunque este tipo de flor florece en primavera de forma natural, en algunas zonas de clima favorable su crecimiento puede ir de finales de invierno a finales de otoño. Este es el caso de la ladera sur del castillo, donde las corrientes marítimas y la propia montaña del castillo (parando el viento frio del norte) crean este ambiente perfecto.

Sin duda es espectacular ver los campos en plena floración, incluso algunos aldeanos hacen visitas al atardecer, donde los rosas de las plantas y los rojizos combinan en una aurea mágica a los habitantes de la zona.

«El gran árbol»

En las profundidades de las junglas del este existen unos árboles milenarios.

Las leyendas cuentan que estos árboles fueron plantados en tiempos ya olvidados por uno de los primeros magos del mundo.

En la actualidad solo se conoce la ubicación exacta de unos de estos árboles, donde los humanos han establecido una pequeña aldea.

Los aldeanos han construido pequeñas casas en los árboles que rodean al árbol milenario. Todos los habitantes de la aldea se preocupan de que la selva sea lo menos invasiva con la selva que le rodea. Intentan alimentarse de los frutos que ofrece la propia jungla y puntualmente se alimentan de algún pescado del rio que atraviesa el asentamiento. No disponen prácticamente de cultivos, y no hay ganado alguno.

El gran árbol milenario destaca no solo por su tamaño, sino que además las raíces han creado una zona laberíntica a su alrededor donde existen auténticos rincones mágicos

La tina de la vida por ejemplo es una pequeña bañera natural creada por las propias raíces y donde el agua de la lluvia se acumula. Se dice que cualquier enfermedad puede ser curada si se toma un baño.

“La entrada de la noche” es un hueco entre las raíces que dicen conducen a los infiernos.

Sea como sea, el gran árbol tiene un aura mágica que todos los visitantes sienten.

Otra cosa destacada del gran árbol son sus “hadas”. Las “hadas” parecen ser orbes que iluminan mágicamente la parte inferior de la copa. Cuando alguien se acerca para recogerlas o tocarlas estas desaparecen.

Cerca del árbol también han crecido algunas plantas algo especiales. Unas setas luminosas, un musgo rojo o algunas enredaderas que paren ir hacia arriba.

Es sin duda una zona increíble para aquellos aventureros que quieras verse sorprendidos por algo diferente en el “Los Reinos”, y para magos, herboristas y comerciantes una localización de recursos únicos.

Lars y Niels

Las primaveras y los veranos son muy cortos en el norte de Los Reinos. Todo ser vivo que se quiera sobrevivir al invierno debe aprovechar muy bien esos pocos días soleados.

En el interior del océano las grandes ballenas aprovechan el deshielo veraniego para criar y alimentarse de la explosión de vida marina de esas semanas. Sus crías de estas majestuosas criaturas podrán aprovechar que sus madres están perfectamente alimentadas para recoger fuerzas en ese primer viaje de migración al sur.

Y los asentamientos de humanos deben también aprovechar esas semanas.

La agricultura es muy efímera, y seria imposible alimentarse solo de lo cultivado, es por eso por lo que existe una tradición centenaria en las aldeas: la caza de ballenas.

Esta tradición se ha convertido en una fiesta que marcará el futuro de toda la aldea. Los hombres más fuertes parten en botes pequeños a la caza de estos formidables animales.

Nos es una lucha igualada, la tradición dice que no cazar la ballena más grande y fuerte puede alertar a los demonios del océano para que ataquen los pueblos costeros, es por eso por lo que estos hombres deben seleccionar siempre el objetivo más fuerte.

Lars y Niels son los mejores arponeros de la aldea, y se atribuyen ya tres cazas exitosas cada uno. Ambos se encomiendas a los dioses, para que vientos y mareas les ayuden en esta caza: sin la ayuda de los dioses las ballenas vuelven a mar abierto donde les es más fácil escapar, mientras que si son arrastradas a la costa la probabilidad augmenta mucho.

Una vez en la costa los arponeros tienen fácil acabar con la presa, que a su muerte es remolcada hasta la zona más próxima a la aldea.

Una vez fuera del agua, y antes de empezar a descuartizar el animal, los aldeanos ofrecen una última fiesta los dioses y rinden un tributo al animal.

Lars y Niels se preparan físicamente a fondo cada verano, para que llegado el momento puedan alzarse con el honor y reconocimiento de todos los aldeanos, y es que sin esta fuente de alimento el invierno que depara es extremadamente duro.

Conall el farolero

Uno de los trabajos de más responsabilidad en la isla es la del farolero.

Conall es un hombre de avanzada edad y vive en la actualidad en el mismo puerto, solo, sin familia. Las personas que se dedican a estos oficios son taciturnas y solitarias, pero Conall es el extremo de estas definiciones.

Se levanta a media tarde, momento en que come alguna fruta y se dirige en silencio hasta el faro. Allí le esperan las mismas tareas que ayer, antes que ayer y todos los días que recuerda: revisar las notas del encargado del puerto, y comprobar el funcionamiento de las lámparas.

Casi al finalizar la tarde se dirige de nuevo a casa para realizar una comida copiosa y recoger algunas frutas más para pasar la noche.

Antes del anochecer se dirige a lo alto del faro para encender las lámparas que indicaran a los barcos que naveguen de noche de la presencia de la abadía.

Las noches de verano y con los momentos de más calor le gusta pasarse largas horas en el balcón oteando el horizonte en busca de esas pequeñas luciérnagas que son los faroles de los navíos. En invierno prefiere lecturas de libros que relaten historias de antiguos héroes. Sea como sea, todas las noches que recuerda son entre esas paredes rojas y blancas.

Esas noches de verano se imagina navegando en esos barcos que divisa en el horizonte, siendo protagonista de esas historias de héroes que lee en los viejos libros.

Con el amanecer todo vuelve a la realidad, como si la noche hubiera sido un viaje a otro mundo, apaga las lámparas con las primeras luces del día, momento en que vuelve a su casa a dormir y descansar hasta el día siguiente.

Jeremías “Sin brazo”

Dicen los ancianos de la aldea de pescadores que hace años vivía un huraño pescador llamado Jeremías, aunque todo el mundo le conocía como “sin brazo”.

Jeremías era un joven de poco hablar y a temprana edad fue a vivir con su abuelo, que le introdujo en la pesca.

El joven era habilidoso con los aparejos de pesca, y muy pronto, pudo comprarse una pequeña embarcación y una casita en la zona de la aldea de pescadores.

Toda la virtud con la pesca era defecto con la gente. Nadie en la aldea podía soportarle, aunque secretamente todos le admiraban: un día de mala mar era el único capaz de salir de pesca y volver con los barriles llenos de frutos del mar.

Una noche se desató una terrible tormenta, incluso algunos aldeanos abandonaron las casas a orillas del mar para adentrarse en los campos, pero Jeremías se lanzo igualmente a la mar de buena madrugada.

Pero esta vez no volvió. Al día siguiente se organizaron los pescadores para visitar las zonas más habituales para realizar una búsqueda de Jeremías, y aunque muchos participaron, no dieron con él y pocas jornadas después lo dieron por muerto.

Justo una semana después, a unos días de camino, Jeremías apareció en otro emplazamiento de pescadores. Fue encontrado a la deriva e inconsciente, en su bote, con enormes heridas en su brazo derecho. Rápidamente fue llevado al médico de una aldea próxima, aunque ante tal estado, decidió amputar el brazo.

Jeremías finalmente recupero la conciencia, pero nunca contó lo ocurrido. Unas semanas después viajo con unos comerciantes hasta su aldea.

Durante el resto de su vida siguió pescando, huraño con la gente y hábil (aun sin un brazo) con los aparejos.

Dicen los ancianos que el medico que trato a Jeremías visito años después la aldea y preguntó por él. No lo localizó, pues Jeremías estaba en alta mar. Aprovecharon los aldeanos para preguntar al médico que tipo de herida había sufrido el pescador, pero este se limito a levantar los hombros y gesticular un no con la cabeza, como si no supiera el origen.

Años más tarde Jeremías falleció de anciano, aunque fue de pesca hasta su ultimo día. Nunca explicó lo sucedido.

La vieja Zeir

Zeir es una de las ciudades más viejas del continente de los “Los Reinos”, ni textos ni leyendas hablan de su creación, es como si siempre hubiera existido.

Se trata de la capital del reino que toma su propio nombre: Zeir.

La ciudad tributa culto a los viejos dioses de la arena con numerosos templos y pirámides alzadas en tiempos pasados.

La ciudad ha ido creciendo con el paso del tiempo de forma desordenada y sin un urbanismo claro. Existen zonas muy pobladas y otras donde los espacios son más propios de una aldea.

Quizás el tesoro más valioso de la ciudad es su ubicación, y es que, aunque los antiguos cauces de ríos hace siglos no transportan agua, existe bajo su superficie una red de ríos subterráneos de los cuales sus habitantes pueden extraer el preciado líquido para su supervivencia.

La ciudad es gobernada por los “hijos de la arena”. Se trata de antiguas familias que se cree son descendientes de los fundadores. Entre ellos existe un antiquísimo juego de poder que hace que la ciudad y el reino haya estado en su historia gobernado por diferentes dinastías familiares.

Dioses de la Arena

En los reinos existen los Viejos Dioses. Son dioses que se caracterizan por representar los elementos de la zona geográfica en la que se adoran: en Zeir son los Dioses de la Arena.

Se dice que estos dioses controlan las tormentas de arena, o la dirección de las dunas. Algunas leyendas narran como en alguna ocasión un hereje ha sido literalmente abrasado en el interior del desierto o como algún creyente a podido sobrevivir sin problemas semanas perdido en las inmensidades del desierto.

Como el resto de los Viejos Dioses, estos se manifiestan en forma de golems gigantes, que abandonan una vez los dioses regresan a su mundo. Se dice que recientemente se ha encontrado uno de estos golems de arena en una zona remota del desierto.

La gran sombra

Es tradición en los pueblos del norte la caza de ballenas a finales de verano. Antes de que estos animales empiecen su migración al sur los pueblos se organizan para salir a su caza.

La caza se convierte en un día festivo e incluso religioso, ya que su éxito o no marcará el futuro de la aldea. Una ballena puede alimentar sin problema a todo un poblado durante los duros meses de invierno.

Existen ciertas normas entre los pueblos en la caza de esos fantásticos animales: nunca cazar a una ballena joven, nunca a una madre con su cría, solo es bien visto por los dioses animales adultos y solitarios.

Pero existe la leyenda de la gran sombra, y es que uno de estas ballenas adultas y solitarias dobla en tamaño a sus hermanos, nada a grandes velocidades y devora a los hombres.

La gran sombra ataca las embarcaciones desde abajo, golpeando su casco, rompiéndolo o volcando la propia embarcación, los pocos supervivientes cuentan que lo único que llegaron a fue una gran sombra debajo del agua instantes antes de caer a las frías aguas del norte.

Leyendas de asustadizos aldeanos.

En “La torre de la sabiduría”, la biblioteca más grande de Los Reinos, existe un libro llamado “Hijos bastardos de dragones”. En este antiguo ejemplar contiene una recopilación de historias sobre descendientes de dragones.

Existe un capítulo llamado “Dragones de hielo y sal” donde se narra como una variante del dragón de fuego vivió durante milenios en las tundras heladas del norte. Estos ejemplares dominaron no solo tierra firme, sino también las vastas zonas marinas y sus islas remotas.

Hay un pasaje en capitulo que detalla el amor que surgió entre una dragona de hielo y un solitario ejemplar macho de ballena. Este último ayudó a la dragona después de que esta sufriera un accidente durante una tormenta de hielo. Entre ellos surgió el amor, un amor que trajo a Los Reinos a su hijo, cruce de ballena y dragón.

Quizás los asustadizos aldeanos deberían cambiar su miedo por pánico al escuchar las historias sobre “la gran sombra”.

Santuario de las abejas

Hace pocos años en los Reinos hubo unos veranos especialmente cortos y fríos, fueron conocidos como el “trienio sin verano”.

Durante esos años la gente sufrió para conseguir que sus cultivos fueran mínimamente productivos, incluso algunas zonas sufrieron fuertes hambrunas.

Al recuperarse el clima, fueron números los campesinos que reportaron un descenso muy evidente en la población de abejas, y decidieron tomar algunas medidas.

Varios campesinos y apicultores se reunieron en el sur del reino, y decidieron crear el Santuario de la Abejas.

Comunicaron su intención a religiosos y nobles, que vieron con buenos ojos la iniciativa de los campesinos y apicultores.

Así pues, reunieron algunas de las colmenas más fuertes, las que habían sobrevivido al “trienio sin verano”. Esas reinas y sus descendientes fueron llevados a una isla en medio del océano, una isla que se declaró “territorio de paz eterna”, y donde los diferentes reinos dejaron por escrito su renuncia a la ocupación futura.

Un par de familias de apicultores se instalaron en la isla y empezaron su reproducción.

Con el paso de los años se crearon santuarios en otras partes del mundo, aunque ese paso del tiempo también hizo olvidar ese “trienio sin verano”.

Aunque sigue sin están bajo la ocupación de ningún reino, “La Abadía” provee de protección a la Isla, incluyéndola en su “protectorado”.

En la actualidad siguen viviendo y trabajando esos descendientes de los primeros apicultores, criando abejas. Se dice que las reinas más fuertes y las colmenas más longevas son las provenientes del santuario. Las “Reinas de Santuario” son individuos muy preciados en todos los reinos.

Aunque su función principal de preservar la especie en tiempos difíciles ha caído en olvido, el santuario sigue siendo reserva de tan preciada y ha veces olvidada fuente de vida.

El origen de la Abadía

Lo que conocemos hoy como La Abadía fue inicialmente un simple islote donde las leyendas locales contaban que el dios del orden concedió a una poderosa arma a uno de los antiguos héroes del mundo antiguo.

Con el paso del tiempo se convirtió en una zona de peregrinación para todos los seguidores de los dioses del orden.

Hace unos cinco siglos un joven clérigo tuvo un extraño sueño: Arlandine (diosa de la luz) entregaba a una sus dos espadas celestiales a un joven guerrero. ¿Soñaba con el pasado? ¿Soñaba con el presente?¿O quizás fue el futuro?

El joven clérigo abandonó su claustro al sur de los reinos y se dirigió a la isla. Semanas después al llegar al sitio, se encontró a un joven caballero moribundo. El joven caballero explico al clérigo que se encontraba en la isla con motivo de su peregrinación, cuando descendió de entre las estrellas en medio de la noche Arlandine.

La diosa indicó al joven caballero que creía que era el elegido para derrotar al mal que se avecinaría los próximos años, pero tenia alguna duda, y es que el caballero era demasiado joven.

Arlandine dijo que solo el elegido podía derrotarla, y entraron en combate. Durante más de una hora lucharon la diosa y el joven caballero. El caballero sufría herida tras herida, pero una y otra vez se levantaba. Arlandine ante tal fe, detuvo el combate y entregó una de sus dos espadas al joven. Le indicó que, con tal entrega, estaba segura de que aun no siendo el elegido el caballero daría su vida para detener al mal.

El clérigo curo de las heridas y cuido al joven caballero durante días, hasta que este pudo emprender su viaje en la lucha contra el mal.

El clérigo dedico el resto de su vida a construir una iglesia para recordar lo sucedido en esta segunda ocasión donde los dioses entregaban armas a los mortales.

Con el paso del tiempo y con la iglesia como centro de peregrinaje, se decidió que era momento de construir una gran catedral en honor a Arlandine y los dioses del orden. Así se inició la construcción de la Abadía hace cientos de años.

Se desconoce el nombre del clérigo, pero hace ya varias décadas se construyó un panteón donde se cree hoy en día que descansan sus restos.

Se dice que aún hay algún visitante que se interesa por la localización de la tumba del clérigo.

Derrick “Mano Firme”

Derrick “Mano Firme” era un tranquilo muchacho residente a las afueras de La Ciudad de las 100 Torres, cuando la muerte de sus padres por enfermedad les sorprendió uno de los inviernos más duros que se recuerdan.

Sin hogar, decidió embarcarse en “Viento Cálido”, un viejo barco mercante. Su esperanza: encontrar un nuevo hogar en el mundo.

No tardó mucho en darse cuenta de que esa no era su vida soñada, y que lo que descubria del mundo no era mejor que lo que ya conocía. Decidió quedarse en tierra.

Vagó por algunas aldeas, hasta que finalmente coincidió con “El Viejo” Carrigan. El viejo era un hombre entrado en años, vivía en casa de su hijo menor, con su nuera y sus tres nietos

Carrigan toda la vida había trabajado la tierra, y ya en su recta final ejercía de líder familiar, además de que en la aldea todo el mundo le respetaba.

Derrick llegó a la aldea en busca de trabajo de campesino, pero Carrigan se mostró desconfiado: “Un joven sin familia, que ha sido marinero y que lleva algunos años vagando por Los Reinos ¿Qué podemos esperar de él?”

Carrigan propuso a Derrick que marchase más al norte, donde tendría más oportunidades en otras aldeas o ciudades, pero Derrick sintió por primera vez en su vida que ese era su tierra. Durante semanas El Viejo intentó convencer al joven de que lo mejor era su marcha, pero Derrick se mostró seguro de su aportación a la aldea, especialmente después de haber conocido a la joven Marian, una chica un par de años más joven que él.

Derrick se ganó entonces el mote de “Mano Firme”, y es que su determinación fue fundamental para asentarse entre los aldeanos y formar familia con Marian.

Pocos años después Carrigan murió en otro duro invierno. Ese mismo verano muchas familias abandonaron la aldea, solo la familia de Derrick y la familia del hermano de Marian decidieron quedarse.

Sería fácil que la aldea, casi despoblada, fuera blanco de bandidos. Fue cuando decidieron salir a buscar un terreno más favorable.

Durante su búsqueda encontraron a un extraño pastor. Era un hombre fuerte, y con numerosas cicatrices que delataban un pasado plagado de luchas. Algunas de sus cicatrices eran espantosas. Derrick preguntó como sobrevivió a esas heridas, pero el pastor le contestó con una media sonrisa.

El sitio del encuentro no era malo, y quedaba cerca de una vieja aldea abandonada, con lo que dispondrían de esos materiales tan necesarios al principio. Llegaron pues a un acuerdo con el pastor, uno muy curioso: crearían una aldea donde el rebaño del pastor seria “libre”, a cambió este les ofrecía sus servicios de protección.

Así fue como se fundó la aldea de “Mano Firme”. Pocas generaciones después los aldeanos olvidaron esa historia, y soló perduró la del pastor que hablaba a su rebaño, la historia del “Rey Oveja”.